El agua que se escapa de las manos
es recogido por la tierra,
donde el árbol aferra su vida
como la noche abraza al día en el ocaso.
El fuego que arrasa los prados
se ahoga si no danza con el aire.
No puedes oler sus colores ni capturar sus voces.
Déjales ser y coexistirán,
como el hielo reposa sobre la roca.
Samuel Álvarez Conejos