A mis recientes 30 años
he aprendido a amar con la mente
y a pensar con el corazón,
a descifrar los enigmas en las miradas,
a saborear un buen vino,
así como la piel que envuelve un alma noble.
Que cuando el mundo quiera encajarme en un sitio,
he de huir y buscar mi propio lugar.
Que la culpa siempre la tiene el que no está presente.
Que no me puedo fiar de ningún estudio,
porque lo que se descubre hoy con tanto fervor
anula el descubrimiento novedoso de ayer,
y el mundo sigue en decadencia.
Que lo único que nadie puede arrebatarme es mi experiencia,
y que nadie puede cambiar mi fe.
He visto la belleza en el silencio,
la profundidad del horizonte a través de una mirada.
He entendido que el amor no se busca, se encuentra.
Que un abrazo repara más que un beso,
y que hay besos que saben a eternidad.
A mis 30 años me fascina imaginar
lo que todavía queda por aprender.
Samuel Álvarez Conejos
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