9 de abril de 2008

Aprendiendo a brillar


Ayer le pregunté a la noche
por qué estaba tan oscura,
por qué lloraban las nubes,
por qué se ocultaba la luna,
por qué había de conformarme
con el brillo de las estrellas
si de día con sólo una
basta para apagar mi pena.
Y me respondió que no había más belleza
que contemplar el firmamento
en el reflejo del mar y su grandeza
y, mientras oyes su silencio,
dedicarle a nuestro amor un poema
y dejar que pase el tiempo.
Y me explicaba que el amor es algo
que no se siente queriendo,
más bien se siente sin querer,
que no consiste en qué pueden darme
sino en qué puedo ofrecer,
que bajo la sombra de un mismo cielo
y después del cálido atardecer
no hay como contemplar las estrellas,
enamoradas del brillo de tu piel.

Pero ¿cómo podría alguien conocerte y no querer estar cerca de ti?
Y ¿cómo podría estar alguien cerca de ti y no brillar?
En aquel día, cuando llegues a mí, brillarás, y yo brillaré junto a ti.


Samuel Álvarez Conejos

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