No estés triste, amor, por este invierno;
si entumeciera tu voz o tus manos
te templaría con un beso eterno.
No estés triste por la luna nublada,
pues es, amor, en plena medianoche
que más brilla la luz de tu mirada.
No estés triste por el tiempo y su paso;
venturas y desventuras trae siempre,
pero donde se aprende no hay fracaso.
No estés triste de amor, de amor tardío,
que alguien -quizá yo- llegará a tiempo
de llenar con sonrisas tu vacío.
No estés triste, amor de mis proezas,
cabello oscuro de noche sin luna,
no estés triste, que en tus muchas tristezas
no encuentra mi alma quietud alguna.
no encuentra mi alma quietud alguna.
Samuel Álvarez Conejos
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