El fin nos encontró a mitad del camino.
¿Adónde irán a parar tantos besos pendientes?
¿En qué bar moriré, junto a cada poema que quedó por escribir?
Algún día seremos dos desconocidos
y todas las promesas habrán caducado.
Dime que estoy equivocado;
que alguien nos convenza de este error.
Nadie debería sentirse abandonado,
y, adentro, puede llegar a ser tan real el dolor.
¿Cómo se deshacen los nudos del estómago?
¿Quién recogerá todas las mariposas muertas?
Explícame en qué preciso momento comienza el declive;
en qué instante cambia la perspectiva entre lo auténtico y lo ilusorio.
¿Qué provoca la caída de la venda que cubre los ojos?
¿En qué momento se quita el clavel y se carga con espinas?
¿Cuándo se cambian los halagos por veneno, los abrazos por indiferencia,
las libertades por prisiones y las verdades por trampas?
El amanecer dará pie a un nuevo día que nos llevará a distintos finales,
y ya no volveremos a saltar al vacío, cogidos de la mano.
Ya ves, que hasta lo eterno algunas veces termina,
y ahora quizá nos ahoguemos, o quizá empecemos a respirar.
Encontraremos la verdad deteniendo las voces de alrededor
para escuchar sólo al viento y su canción.
Y de este fortuito amor, predestinado a caer como el sol cada atardecer.
esparciremos las cenizas al viento para que nunca más vuelvan a arder.
Samuel Álvarez Conejos