No me hagas saber qué se siente
ser para ti unos labios más,
ser el juego que -indiferente-
mañana no recordarás.
Si no piensas acompañarme
no quieras llamar mi atención,
no vaya a ser que me desarme
tu sonrisa sin compasión.
Cuando llega la noche oscura
rezo poder volverte a ver,
y no perder la compostura
si eso llegara a suceder.
Ojalá que tus manos frías
no se olviden de mi calor,
y encuentren de nuevo en las mías
su hogar y abrigo acogedor.
Samuel Álvarez Conejos