Que no resulte extraño que me asombre
que hayas ahuyentado mi escepticismo
o que palpite en mi pecho tu nombre.
Pensé del amor ser un espejismo
que controla la mente vulnerable
impidiendo a uno ser uno mismo.
Y ahí, en ese proceso implacable,
llegaste en mi más ínfimo apogeo
filtrando mi coraza inquebrantable.
Conocimos la furia del deseo
tras tu absurdo eficaz rol de Artemisa;
desde esa noche -y hasta el fin- planeo
ser el motivo de tu sonrisa.
Samuel Álvarez Conejos