Pasan ya una o dos eternidades
desde que vi tus ojos sonreírme,
desde aquel beso que nos hizo libres
bajo lluvias de irreversibles mares.
Creí entender la voz de tu silencio
susurrando amor a mis titubeos,
mezclé la realidad con mis deseos
y todavía no lo diferencio.
Siento la lluvia rociar nuestro abrazo
como el día que juramos querernos,
mas para ti llueve sobre mojado.
Me perforan gotas como recuerdos
mientras me pregunto con qué alegato
decidiste hacer mortal a lo eterno.
Samuel Álvarez Conejos