Los años se escurren, cual reptil,
de entre las manos, y hoy soy más viejo;
mientras tanto seguimos aquí
preguntándonos si bien haremos
en no mirar atrás y seguir,
si somos -o ya no- dos extremos,
si guardamos la lluvia de abril
que nos sedujo con sus recuerdos...
Mas yo sé que ya no es para mí
el néctar divino de tus besos,
y moriré esperando por ti,
por verte refugiada en mi pecho.
No me negarás que en el ayer
fui el oasis para tu desierto,
y fuiste tú el sello, a la vez,
que firmó mi eterno juramento;
y aunque ahora no lo quieras ver,
sé que retendrás en tu recuerdo
lo que al oído te susurré
y de lo que nunca me arrepiento:
"Ssh… calla y hazme tuyo, mujer;
las palabras se las lleva el viento,
pero no los besos…" y esperé,
amor, tú ya conoces el resto...
Hay veces que persuade el
temor
filtrando en nuestra piel
su veneno,
poniéndonos a
contrarreloj
tras tantas sonrisas y
besos.
Nunca sospeches que tú y
yo
no vivimos los mejores
versos,
que nadie desprestigie el
valor
ni las ganas de alcanzar
lo eterno;
pues en esto sé que es
amor
lo que devolvía nuestro
espejo,
que desde el principio y
hasta hoy
nunca hubimos de decir
"lo siento".
Samuel Álvarez Conejos