Tras un largo manto de azul intenso
más allá del horizonte invernal,
la fría noche procesa su ascenso
mientras las nubes anidan su hogar.
Se detalla en alto la silueta
de una reina ataviada como tal,
es la áurea luz nocturna que, quieta,
complementa a la opaca oscuridad.
Montañas vestidas con largas faldas
esconden los secretos del amor,
las cubren vastos bosques de esmeraldas
que al viento runrunean su canción.
Y en el manso lago de los deseos
-
insaciables, como el anochecer-
el agua clara siente el cosquilleo
de las estrellas que en ella se ven.
Y bajo cada brillante figura
y arriba de la disconformidad,
sea por mucha, o poca cordura,
mi alma se ha resuelto a preguntar.
Y le pregunta a esta noche estrellada
si el amor que se ha ido volverá,
y, al igual que esta luna dorada,
también mañana volverá a brillar.
Samuel Álvarez Conejos