Como olas de mar que
vienen y van,
nómada por ventura, no
tiene hogar.
Compañera de muchos, dama
de azar,
hoy está aquí, mañana ya
no, quizás.
Prisionera es siempre de historias de amor,
melodías que un día serán
canción.
Es bálsamo para el
quebranto y dolor,
enjuga las lágrimas del
corazón.
Es dama de la tinta, pluma y
papel,
quien no la retiene la
ha de perder,
pues lo que no queda
escrito -bien lo sé-
tan solo ella puede
evocarlo otra vez.
Va disfrazada de la luna y
del sol,
personas, paisajes, quizá
de un olor.
Es anhelada por su íntimo
don,
sus susurros traen odio y traen amor.
Es la dama errante que el
viento traerá;
a veces discreta, a veces
mortal.
Surge en la noche como
estrella fugaz
y solo Dios sabe cuándo
volverá.
Samuel Álvarez Conejos