Escribo versos arrancados
de mi coraza, de mi tinta,
con esta mano que tu inspiras,
y este vicio es su perdición.
Mi cuerpo está deshabitado
y mi mente se debilita,
no esperes a que te lo pida,
tu caricia es mi salvación.
He atravesado verdes prados
y tormentas con voz de trueno,
he aprendido que con denuedo
cualquiera puede ver el sol.
Y aquí me encuentro, sin embargo,
pensando en que aún no te tengo,
ya no hay lágrimas, ya no hay miedo,
nunca es tarde para el perdón.
Tú ya no miras hacia abajo,
y no puedo mirar arriba,
prometiste que volverías
y todo tiene otro color.
Y ahora me siento cansado,
es tarde, estoy a la deriva,
tarde para cambiar de vida,
para escribir una canción.
Llevo tanto tiempo buscando
momentos y versos perfectos,
pero si tú no estás en ellos,
la verdad, no tienen valor.
Hazme memoria del pasado,
quiero abrir mi mente a mil ecos
que lleven tu nombre en su seno,
toda tu esencia hecha expresión.
Pasé mucho tiempo intentando
encontrar alguna salida,
la respuesta a tu gran enigma,
dar sentido a esta confusión.
Y por el camino he encontrado
innumerables melodías
con dos únicas compañías,
que son mi piano y mi aflicción.
¿Regresarás ante el llamado?
¿Adónde has ido? No te veo,
sombras cobijan mi sendero
desde que la luz se apagó.
Sin ti me siento abandonado,
como un niño sin su maestro.
¿Adónde iré sin tu consejo?
Una ley para el corazón.
¿Qué me hace falta? ¿Qué he olvidado?
Antes el río hacia el mar fluía.
En tu mesa, donde comía,
ya no hay espacio para dos.
¿Dónde he llegado? ¿Qué he alcanzado?
Si soy una utopía extinguida
sé tú el sueño que me reviva
y así viviré de tu amor.
Llevo tanto tiempo esperando
por una señal, un recuerdo,
que no he sido capaz de verlo,
que el destino está en nuestra voz.
Hay demasiado acumulado
bajo mi coraza de hielo,
que tanto, tanto sentimiento
necesitaba una explosión.
Samuel Álvarez Conejos