26 de marzo de 2013

Amiga mía




El tiempo que cargamos a nuestra espalda
me hace sentir en deuda con tu amistad,
como si yo te debiera unas palabras
que intuyes pero nunca llegué a expresar;
y aunque el tiempo, o -más bien- las decisiones
separaron nuestros caminos y ya,
lejos de vernos por todos los rincones
hemos de ir a buscarnos a algún bar,
necesita más días el calendario
para contar los días de playa y sol,
bicicletas y hasta algún que otro escenario,
campamentos y cualquier buena canción.
Y ahora, tan cerca, te veo tan lejos,
que extraño esa perversa complicidad,
dejando en la noche a un lado los consejos
que toda la vida habremos de escuchar.

Amiga mía, ven y enséñame el arte
que aún guarda tu sonrisa al natural,
pues lo bello de la vida se comparte
y se hace incluso más bello en la amistad.
Y amiga mía, guárdate los colores,
que nos conocemos y no hay vuelta atrás;
y mientras nos vamos haciendo mayores
más te echo en falta y más te quiero cuidar.


Verás que vendrá alguna noche de frío,
"cruel destino" pensarás, en el salón,
pero recuerda siempre que un buen amigo
acompaña mejor que cualquier licor.
Ante las dudas y los interrogantes
permítete obviarlos e ignora su afán,
pues si ven que decides seguir adelante
quizás se retraigan, quedándose atrás.
Y asómate cada día a la ventana,
ríete del tiempo, llueva o haga sol;
mírate en el espejo cada mañana
sabiendo que posees un gran valor.
Nunca te olvides de reservarme el baile
de las bodas que celebremos los dos,
y ten siempre, siempre presente que nadie
se merece tus lágrimas por amor.

Amiga mía, ven y dime, como antes,
que, pase lo que pase, todo irá bien,
que te inspiro si decido ir adelante,
que la vida termina al perder la fe.
Y amiga mía, hazme memoria de nuevo
de las batallas que logramos ganar,
aquellos días en que el tiempo era nuestro
y prometimos no rendirnos jamás.


Samuel Álvarez Conejos

24 de marzo de 2013

Todo eso que, tal vez, sólo a mí me pasa



Tal vez sea el único, pero hay veces que me pasa,
que decido aislarme en canciones que yo mismo sé
que no levantarán mi ánimo, sino, más bien,
despertarán -otra vez- en mi mente la nostalgia.

Tal vez sea el único, no lo sé, pero me pasa,
que de entre todas las voces que hay para atender,
sea voluntariamente, o sea sin querer, 
acabo haciendo caso a la que es menos sensata.

Y tal vez, entre tanta gente, sólo a mí me pasa,
pero suelo recordar el aroma de tu piel,
aquél que conducía a mi razón a enloquecer,
rindiendo mi apetito a los designios de tu cama.

Y es que sería extraño que sólo a mí me pasara,
que cuando imagino lo que hubo de ser y no fue,
me saturan los recuerdos que nos quedan de ayer
mientras sigo anhelando tenerte cada mañana.


Samuel Álvarez Conejos

13 de marzo de 2013

Susurros del viento


¿Cómo eludir un futuro de incertidumbre
si al mirar alrededor lo ves todo igual?
Temo aceptar que el día a día me acostumbre
a ser quien no soy y a no quererlo cambiar;
a un presente prisionero en la pesadumbre,
tan monótono como las olas del mar,
que al mirar la sombra del pasado descubre
que el tiempo vivido ya jamás volverá.

¿Durante cuánto tiempo puede una persona
evadirse de la evidente realidad?
Como si al brotar un recuerdo en la memoria,
ésta lo omita fingiendo disimular.
Y si el viento acercara un lapso del pasado
-aquél olvidado que nunca ha de tornar- 
¿a quién, entonces, abrazarían mis brazos
si en su hora decidí negar la verdad?

Hay personas que, aunque te tengan afecto,
más de una vez pueden hacerte llorar
porque te tratan como a alguien incompleto,
como a un juguete roto al que hay que arreglar;
como si aquello que te hace ser imperfecto
eclipsara la esencia de tu identidad
y hasta que no lograras haberlo resuelto
hubieras de creer que te falta algo más.

Mas no te entristezcas por mi melancolía, 
pues dicen que al poeta le inspira el pesar
y así se han creado las mejores poesías,
los versos más bellos que nadie olvidará.
Y es que estas palabras no son tuyas, ni mías,
ni del papel donde escritas van a quedar;
son del viento, que trae la pena y la alegría
susurrando al oído a quien quiere escuchar.


Samuel Álvarez Conejos
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